Es agradable saber que al menos un día al año, algunas personas piensan un poquitito en mi. El día de mi cumpleaños lo escogieron sin consultarme, sin siquiera preguntarme, pero la familia se reúne para celebrarlo lo que debo admitir me gusta mucho.
Cuando llegué a una fiesta el año pasado, no sabía si reír o llorar. Era una fiesta en mi nombre, estaba mamá, papá, los abuelos y una gran cantidad de tíos que hacía mucho no se veían, todos reunidos para celebrar el día de mi nacimiento. Llevaron regalos, comida y cosas de beber, los niños corrían de un lado para otro, pero ninguno me dio la bienvenida al llegar. Yo sonreí sin poder evitarlo al ver que dos hermanos que en junio se habían peleado se abrazaban con cariño. Las mujeres se olvidaron de los celos, las faltas, las múltiples peleas con sus hijos, con los maridos, la suegra y los tíos. Todas en algún momento miraban el arbolito y al pequeño nacimiento que se perdía entre tantos paquetes.
Yo, que deseaba compartir con ellos, me quede en un rinconcito, desde allí vi como el hombre de la casa se ofrecía ayudar en la cocina, las mujeres rieron con delicia y le dejaron la trastera que poco a poco, más y más crecía. Él hizo una mueca con los labios y se remango, comenzando de inmediato con la interminable tarea. Los demás hombres invitados bromearon con la labor, pero las mujeres traviesas en la cocina los atraparon, con un beso, cada uno de los esposos ante un trabajo fueron atados.
Así llegaron las doce de la noche, nadie mi nombre había mencionado, aunque con emoción y dulce ilusión, los niños mencionaban al Santa barrigón. Comienza la entrega de regalos, se abrazan y besan, mientras de mi todos se han olvidado. Cuando todos están con sus regalos y recogiendo los papeles brillantes, la niña de tres con sus dedos rosa el nacimiento que bajo el árbol descansa. No me llamó, ni me abrazó, nadie de mi se acordó, pero tampoco se acordaron de los insultos, las tontas peleas y de las dudas siempre eternas... al final me despedí de todos, sin que ninguno se dieran cuenta, negué con la cabeza intentando aclarar las ideas. Aún cuando de mi nombre se olvidaron, mis acciones recordaron; ¡Ama a tu prójimo como a ti mismo... perdona y ama...!
Con una sonrisa en los labios, salí del lugar deseando regresar el año próximo con los brazos abiertos, imaginando lo que podría encontrar. No te sorprendas si es tu casa la que este año escojo visitar.